Así es Managua. Sucia, desordenada, ruidosa, arbitraria, fea, sin estructura ni cuadricula de capital del país que esta al centro del istmo centroamericano, al menos eso nos enseñaron en primaria.
En Managua todo es al revés. Mientras en París limpian las calles de noche, aquí lo hacen a las diez de la mañana, cuando el trafico esta saturado, en una ciudad en la que las calles están hechas para carretones tirados por caballos cual si fuera siglo XIX. Si, de verdad, no me creen? Recorran como turistas la ciudad, muy temprano, tranquilos, sin prisas y verán de todo. Veran por ejemplo, que la gente se cruza las calles en cualquier parte como si en vez de automotores, que a veces corren a 100 por hora, transitaran o mejor dicho pedalearan bicicletas o triciclos. Y esto a pesar de las señales pintadas en las calles. Verán que los taxis se detienen donde mejor les parece o donde les hacen parada. Esto significa esquina, salida de garaje, parada de autobus o señal de transito que dice NO ESTACIONAR. Verán a los agentes de Policía que en vez de proteger, detener a los imprudentes, multar a los que cometen errores o ilegalidades, sacan mordidas (dinero) a las mujeres que cruzaron de carril porque iban corriendo al trabajo, atrasadas. Así es Managua.
Pero volvamos al siglo XIX, perdón, a las calles de Managua. Apenas alcanzan dos carriles y en estos, alcanzan carretones amarillos de limpieza, un hombre con escoba, si, escoba y de las trigo ni siquiera plástica, para limpiar casi veinte kilómetros cuadrados del nuevo Managua, que se extiende cual pulpo gigantesco, a lo largo y ancho y estrellado o como Ud. quiera y donde quiera construir su caramanchel.
Es que asi es Managua. Ud. ve un predio vacío y dice, es mio y punto. Allí pone cuatro palos o postes o tucos de chilamate, cuatro plasticos negros, una bandera rojo con negro y dice que la señora se lo regalo y que el Presidente en su ultimo discurso dijo que nadie los puede desalojar, que el que manda es el pueblo presidente y sanseacabo. Así es Managua.
Por eso también riegan a las 12 en punto del día, a la hora del sol en el zenit, a la hora del diablo como decían las abuelas, a la hora en que ni los garrobos asoman la cabeza de tan abrasador que esta en esa hora el astro rey. Pero la Alcaldía cree que estamos en, no se, ni se me ocurra donde podríamos estar sin un sol como el de Managua, en pleno verano.
Un camión-cisterna recorre las principales vías del centro, con un pobre trabajador que ni gorra lleva en su ardiente cabeza y sostiene además una gran manguera negra de caucho, con un chorro de agua que sale fuerte y vigoroso y que en vez de tirarlo a las pocas plantas que adornan los bulevares capitalinos, debería de pegárselo en la caliente cabeza que seguro le va a explotar de tanto calor.
Los conductores se quedan viendo la manguera en una especie de sueño erótico o deseo no cumplido o quizás conscientes del absurdo de un jefe menor de la comuna capitalina que tuvo la brillante idea de mandar a desperdiciar, perdón, a regar, a la hora del diablo.
Así es Managua.
Hasta otra vez,
J